domingo, 20 de mayo de 2012

EXPOSICIÓN EN "LA FÁBRICA DE HARINAS". TOLEDO.


ARQUITECTURAS QUEBRADAS
EN EL HOTEL SAN JUAN DE LOS REYES. TOLEDO.


            Dentro de su programación primaveral, la Fábrica de Harinas, cafetería del hotel San Juan de los Reyes, clausura la exposición “Mira(n)das” para dejar paso a “Arquitecturas quebradas” del pintor Javier Sánchez. La exposición se inaugurará el próximo viernes 18 de mayo a las 20,30 horas. Como viene siendo habitual en los actos del hotel, el artista explicará las claves de su proceso creativo, con el fin de acercar la realidad de su día a día y las fuentes de las que bebe su trabajo a los asistentes.

            Javier Sánchez, que inició su andadura artística en tierras canarias, está asentado en la localidad de Cobisa, lugar en el que tiene su Estudio 13, centro de creación y de febril actividad cultural. Ha realizado exposiciones en Japón, China, Portugal y en diferentes localidades españolas. “Arquitecturas quebradas” reúne un interesante conjunto de cuadros en los que sobresalen el dominio del color y la maestría en las composiciones. El resultado son paisajes abstractos que cautivan al espectador y le trasladan desde las tierras de Castilla hasta la lejana ciudad de Tokio.

            Con esta exposición el hotel San Juan de los Reyes culmina su programación de primavera que ha estado precedida por “Cores” del pintor Enrique Galindo y la citada “Mira(n)das”, con fotografías y acuarelas de los hermanos Víctor y Guillermo Miranda. Toda una apuesta por la difusión de la cultura que ha tenido una excepcional acogida en la ciudad.


Javier Sánchez y Bienvenido Maquedano


“ARQUITECTURAS QUEBRADAS”
DE JAVIER SÁNCHEZ
(Hotel San Juan de los Reyes)
18 de mayo de 2012


Mientras Corroto y yo recorríamos los escasos kilómetros de carretera que separan la ciudad de Toledo del pueblo de Cobisa no dejaba de tener un comecome en el estómago. El artista al que íbamos a visitar en su casa-taller era un tipo serio. Enrique Galindo me lo había presentado en la cafetería del hotel San Juan de los Reyes y se había deshecho en elogios hacia su persona, pero a mí aquel individuo de facciones fuertes, barba cana y gesto adusto me imponía el respeto que todos hemos sentido hacia el profesor de matemáticas. Ese día, Javier Sánchez me pasó su tarjeta. Un cartoncillo en el que aparecía pintado un barco velero sobre unas aguas tranquilas de color turquesa. Me temí lo peor.

                                       
         Cuando llegué a casa, encendí el portátil y me metí en una web de nombre extraño (espacio 13) con cierto regusto a película de marcianos de Farra Fawcet, o a ovnis escondidos al estilo del Área 51. A los diez minutos estaba descolgando el teléfono para avisar a Jesús Corroto. “No te lo puedes perder- le dije. Creo que he encontrado al tipo de artista que te gusta”. Acerté de pleno. Espacio 13 es el estudio de un extraterrestre. Un artista que combina un magnífico uso del color, con el equilibrio y la maestría de la composición. El tipo de pintor que, en el fondo, todos los arquitectos desean ser.

        Tiempo después quedé con nuestro común amigo Galindo para ver el trabajo de Javier y allí estábamos, metidos en el coche y llegando al pueblo. Javier vive en una casa bioclimática. El techo es plano y tiene una cubierta vegetal. Los cristales tienen rotura de puente térmico. Media casa está semienterrada contra un talud, y las habitaciones están decoradas con obras suyas. Por la casa flota la neblina del humo de sus cigarrillos y va y viene el destello pelirrojo del cabello de Amelia, su querida prima. El gato corretea arriba y abajo, intentando completar los huecos de afecto que dejó el último perro que tuvo la pareja. Un vistazo a las paredes me permitió reconocer acuarelas de juventud pintadas en Canarias, dibujos de noviazgo, o un cuadro de gran formato que lanza a los cuatro vientos su gusto por la buena música negra: Ray Charles, James Brown, Charlie Parker...



Detalle del estudio espacio13

En el estudio había un maniquí forrado con retales de lienzos y una caja de madera customizada que en su día había servido de embalaje, cuadros terminados, cuadros a medio terminar, incluso cuadros que podían colocarse en cuatro posiciones diferentes sin perder un ápice de su equilibrio compositivo.  “Tengo mis dudas- dice- pero al final en algún sitio tengo que poner la firma, y en ese momento ya está decidido cómo hay que colgar el cuadro”. 

                   
                            Javier Sánchez y Amelia Mora. Retrato 2012.

Dos retratos tremendos presidían una de las paredes cortas, y un fajo de lienzos reposaba en un rincón a la espera de que Javier los fuese desplegando como en un pase de modas exclusivo. Y luego estaba EL CUADRO (esto está escrito con mayúsculas y negrita), colgado en la parte alta de una de las paredes largas.



                                                                   Rojo y verde en Tokio 100x81 cms. Año 2009.


Una maravilla del color nacida a causa del impacto que le causó Tokio al artista. La ciudad de Godzilla, del manga y de las chicas que quieren ser muñecas de porcelana o sueñan con convertirse en dibujos animados; la ciudad en la que más individuos caben por metro cuadrado de vagón de metro, la de los hoteles con habitaciones del tamaño de un ataúd; la de la arquitectura que se eleva al cielo y que amenaza con hundir el suelo. La misma arquitectura que se quiebra en manos de Javier y se reinventa en manchas, líneas de fuga y pequeños trazos y borrones aparentemente casuales pero que le dan todo su sentido y vida a los cuadros.

        Ni qué decir tiene que a esas alturas de la película ya me había olvidado del velero pintado en una tarjeta de visita, y del profesor de matemáticas del instituto. Entonces le hice la pregunta tonta que hay que hacer siempre “¿Cuándo empezaste a pintar?”. Javier se encogió de hombros, me miró con paciencia vacuna y me dijo: “Desde niño. Yo leía el Capitán Trueno y quería copiarlo porque me encantaba”. 
¿Qué más quieren que les diga?
                                              
Yo que aprendí a leer en los tebeos, que atesoro los clásicos de Víctor Mora, que sigo enamorado de Sigrid y que envidiaba a Crispín, que escuchaba una y otra vez a Asfalto cuando aseguraba que otro gallo nos cantaría si el Capitán Trueno pudiera venir… yo, me rendí al arte de aquel hombre que toqueteaba los cuadros con la falta de cuidado del que se sabe capaz de pintarlos una y mil veces.

Bienvenido Maquedano


FOTOS DE LA EXPOSICIÓN 
        (Para verlas más grandes clik en una de ellas)











































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